8ª estación. Jesús con las mujeres de Jerusalén.
– Te adoramos o Cristo, y te bendecimos
– Porque por tu santa cruz redimiste al mundo
Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos”.» (Lc 23:27-28).
Te ofrecemos Padre, todas las veces que hemos descuidado la oración por nuestras familias, todas las veces que hemos dejado de orar, diciendo: “Nadie escucha mis oraciones. Dios no se ocupa de mí ni de los míos”.
Te ofrecemos todas las oraciones sin convicción.
Te ofrecemos todas las oraciones que hemos estimado inútiles, porque no respondiste como lo habíamos deseado.
Otórganos la gracia de siempre orar con fe y perseverancia, sabiendo que respondes siempre cada una de nuestras oraciones, pero a tu manera: a veces bajo el aspecto de un sufrimiento, de una pérdida, para que nuestra alma se fortalezca en valentía, amor y santidad.
No nos dejes olvidar que atiendes todas nuestras oraciones, porque nos amas.
– Padre nuestro
– Dios te salve María
– Gloria al Padre
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