Nuestro Carisma
El carisma de un Instituto es el don y la misión confiada por Dios al fundador y a sus miembros para el crecimiento de la Iglesia.
El carisma de los Servidores de Jesús y María se expresa primero en su nombre, segundo en su fiesta patronal, y tercero en el ejemplo dado por el padre Lamy, por el espíritu que lo animaba y por las intenciones que expresó, especialmente en sus Escritos espirituales y pedagógicos.
1. El nombre: Servidores.
Su nombre: son Servidores. En la Biblia, el Servidor de Yahvé es el discípulo que salva a su pueblo ofreciendo su sufrimiento por los pecadores. El Evangelio nos presenta dos Servidores de Jesús y María: san José y san Juan, el primero en una vida escondida, y el segundo en una vida apostólica. Los dos fueron contemplativos, actuando en todo por amor. Mirando a María, han aprendido como amar a Jesús. Ambos son modelos de los Servidores de Jesús y María que también llevan una vida escondida y una vida apostólica.
2. La Madre: María, Refugio de los pecadores.
El padre Lamy pone los Servidores de Jesús y María bajo el patrocinio del Corazón Inmaculado de María, Refugio de los pecadores, como él mismo lo hacía en todas sus empresas. La espiritualidad profunda de los Servidores de Jesús y María consiste, por un lado, a descubrir cada día cuánto ellos son pecadores perdonados, y a poner su confianza en María, a “refugiarse en Ella” como pequeños que no pueden hacer nada por sí mismos. Por otro lado, practicando la misericordia para con los demás, presentan a los hombres el rostro de la Madre del cielo, Refugio de los pecadores.
En un refugio, todo entra”
decía el padre Lamy. Ningún pecador está excluido del corazón de María, que fue “creada para ayudar a las almas”. Ayudados por María, se esfuerzan por traer de nuevo a Jesucristo las “poblaciones”, es decir todo el mundo, especialmente los jóvenes, quienes más que otros necesitan descubrir al Amor.
3. Vivir en la intimidad de María.
Para realizar esto, están llamados a vivir en una constante intimidad con Jesús y María. El ejemplo del padre Lamy nos muestra lo que puede ser esa intimidad con la Madre. Ella quiere darles su humildad, su sencillez, su esperanza. Ella quiere enseñar todo a aquellos que se ponen a su escuela.
Todo por amor a Dios.
Antes que todo, María quiere darles su amor por Dios: este es la base de la vida de los Servidores de Jesús y María, la “trama de su existencia”, lo que unifica todo en ellos. Discípulo de san Francisco de Sales, el padre Lamy les pide: “Aquél que embetuna sus zapatos lo hará con el amor de Dios, aquél que predicará, predicará con el amor de Dios en su corazón … También cantar es un acto de amor… Soportarán, por amor a Dios, las pruebas de la vida. Todo en esta tierra está hecho para este celestial amor que viene de Dios”. Es lo que san Pablo y el Concilio Vaticano II llaman el sacerdocio de los bautizados.
Renunciar a sí mismo.
María les enseña a amar hasta renunciar a ellos mismos para hacer la santa voluntad de Dios, manifestada cada día por la Regla de vida, las costumbres y el superior. “la Regla no pide en sí nada difícil, pero a ciertos momentos puede ser penosa, a causa de nuestra debilidad natural, que hemos de vencer por el amor de Dios”. “Renunciar a sus opiniones cuando se trata del bien de las almas, he aquí nuestro heroísmo”, dice el padre Lamy.
Es un martirio difícil renunciarse a sí mismo en cada instante.”
También “el objectivo a lograr, en todas las prácticas de la Regla, es la destrucción de nuestros defectos”, es la santitad, “es el cielo para siempre”.
Apóstoles.
Así María hace de ellos apóstoles “armados contra las tentaciones”, que dan frutos y hacen crecer el amor de Dios en los corazones. Emplean para esto todos los medios para llamar, educar y mantener en la fe católica, a aquellos que les están confiados: predicaciones y dirección espiritual, capellanería, campamentos y juegos educativos, peregrinaciones y grupos de oración, círculo de estudio, retiros, misiones, tercera orden, etc…
El bien de las almas se hará"
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