Serviteurs de Jésus et de Marie

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Llaves para leer un rostro

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Écrire à l'auteur Serviteurs de Jésus et de Marie 30 de marzo de 2007
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«El cristianismo es la religión de los rostros. Ser cristiano es descubrir un rostro, abierto para siempre como una puerta de luz, el de Cristo»
Olivier Clément



Introducción

  • Revelación “¡Qué majestuoso se veía cuando salía detrás del velo del Templo,
    rodeado de su pueblo!
    Era como la estrella matutina en medio de las nubes, como la luna llena en toda su plenitud;
    como el sol que ilumina el Templo del Altísimo, como el arco iris cuya luz transfigura las nubes;
    como el rosal en flor en primavera,
    como el lirio junto a la fuente,
    como ramas de un árbol oloroso en verano,
    como el fuego y el aroma del incensario,
    como un vaso de oro macizo adornado con toda clase de piedras preciosas,
    como olivo cargado de frutos,
    como el ciprés que se alza hasta las nubes.
    Así era Simón cuando subía al santo altar de los sacrificios, revestido con su túnica de fiesta y con sus preciosos ornamentos; su gloria centelleaba en el recinto del Santuario.
    De pie junto al brasero del altar, recibía de manos de los sacerdotes las carnes sacrificadas: sus hermanos formaban una corona a su alrededor como el follaje de los cedros del Líbano, o hacían un círculo en torno a él como troncos de palmeras.
    Entonces todos los hijos de Aarón, revestidos de sus ornamentos, iban a ponerse frente a la asamblea de Israel, llevando en sus manos la ofrenda del Señor.
    Simón ejecutaba en el altar los ritos litúrgicos y presentaba con gran dignidad la ofrenda al Altísimo, al Todopoderoso.
    Tomando la copa de vino, dejaba que corriera suavemente el jugo de la uva al pie del altar, como perfume agradable para el Altísimo, el Rey del universo." (Sir50,1+)

Revelación… son estos versículos del Eclesiástico, también llamado del Sirácida, que se han impuesto a nosotros al contemplar esta imagen.
Texto famoso, ya que ha dado numerosos símbolos de las letanías de la Santísima Virgen. El autor inspirado, un devoto del culto del Templo, da una descripción asombrada de la liturgia del día de las Expiaciones; el instante en el que el sumo sacerdote Simón, hijo de Onías (figura de Cristo), sale del santuario, de atrás del velo del Santo de los Santos donde penetraba una sola vez al año para ofrecer el sacrificio y pronunciar el nombre indecible de YHWH.

Revelación, ya que el cristianismo es una religión en la que un Dios se muestra y revela su amor a su creatura, el hombre, para hacer de él su amigo y hacerlo partícipe de su naturaleza divina.

Revelación ya que alcanzará su culmen con la Encarnación en el vientre de la Virgen María, comparada a una fuente sellada, un jardín cerrado. Revelación ya que el Antiguo Testamento que hablaba en figura es ahora revelado por el Nuevo.

  • El fresco

Se trata de una técnica de pintura conocida desde la Antigüedad. Sobre una capa de mezcla de cal fresca, el pintor deja el color, los pigmentos minerales remojados en agua. Luego lustra el revoque con un cucharón para sacar el agua, de este modo la pared aspira el pigmento y lo introduce en profundidad.
Al secar, gracias al contacto del metal, se produce una cristalización de la cal que va a fijar definitivamente el pigmento.
Esta técnica presenta dos dificultades: no permite volver atrás y secándose los colores se modifican.

El artista Stéphane Descours ha pintado de manera deliberada su fresco en el estilo del ícono. Este estilo sorprenderá al occidental, porque estamos acostumbrados a una pintura descriptiva: tenemos de la pintura una visión esencialmente decorativa o pedagógica. No es así para nuestros hermanos de las Iglesias de Oriente. Sus pintores, los iconógrafos, se preparan con el ayuno y la oración. No hablan de pintar un ícono sino de escribir un ícono.
Antes de ser decorativo, el ícono cuenta con tres funciones:

  • ascética: de ahí el estilo voluntariamente despojado
  • litúrgica: es objeto de muestras de veneración
  • teológica: “el ícono no pretende tanto representar a la divinidad sino volver palpable la participación del hombre en la vida divina.” (M. Nikitine).
    En efecto, un ícono ilustra fundamentalmente un solo tema: el de la Encarnación divina, con su consecuencia, la transfiguración de la creación. Así, un ícono sólo quiere expresar el famoso Prólogo de san Juan: “Al principio era el Verbo […] y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y nosotros vimos su gloria” (Jn. 1, 1 y 1, 14)

La Madre de Dios

  • La ubicación
    El fresco está ubicado al este, hacia el sol naciente : Cristo es el nuevo Oriente o como lo profesa el Credo: “Luz nacida de la Luz”. Por eso tantas iglesias hasta hace poco tiempo eran orientadas al Este.
    Está ubicada en el ábside en forma de semicírculo, símbolo de la divinidad.
  • El fondo de oro
    El oro, color sin mezcla, color que no existe en la naturaleza, tiene valor de luz pura y sitúa la escena en un espacio-tiempo transfigurado poniendo de entrada las figuras en el más allá y la eternidad. La actitud es serena y los personajes miran de frente, lo que refleja su paz interior.
    Las cuatro letras mayúsculas griegas ?? ?? alrededor de la Virgen son las letras iniciales y finales de Mêtêr Thêou, la “Madre de Dios”. Una inscripción no apunta en primer lugar a identificar una escena, obvia en este caso, sino por la escritura y la palabra profesa una verdad de fe: aquí, la proclamada por el concilio de Éfeso en 431: María es realmente la Madre de Dios.
    Su posición central en la iglesia donde convergen todas las miradas al entrar y sus dimensiones imponentes, subrayan el papel primordial que María tuvo en la Encarnación: “María es guardiana del dogma de la Encarnación” (Newman).
    Cuando los Padres del Concilio de Éfeso definieron el dogma de la Teotokos “parturiente de Dios”, usaron un término de un realismo audaz: María dio a luz a Dios. A un hereje que temía ante la idea de un Dios “coagulado en el útero, dado a luz en el dolor, lavado, envuelto en pañales”, Tertuliano (siglo IV) respondía “es que Cristo amó al hombre y con el hombre amó su manera de venir a la luz.”

Los Padres apuntaban primero defender la realidad de la Encarnación divina y salvaguardar la unidad de la persona de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. De eso dependía nuestra salvación: Dios asumió realmente nuestra naturaleza humana para salvar al hombre del pecado y comunicarle su vida divina.
Tomamos un ejemplo: una madre es madre del cuerpo de su hijo, no de su alma inmortal infusa directamente por Dios. Sin embargo, diremos la “madre de Pedro” y no la “madre de la carne de Pedro”. Porque cuerpo y alma forman una única naturaleza, una sola realidad. De manera análoga, María es llamada Madre de Dios, porque dio a Jesús su humanidad pero no su divinidad; sin embargo en Jesús, humanidad y divinidad son una sola persona.
Este dogma de la maternidad divina es la clave y la razón de ser de todos los otros dogmas y privilegios marianos que serán proclamados a continuación.

  • El maphorion
    La Madre de Dios lleva el maphorion, este velo-manto, característico del vestido femenino bizantino. Es de color púrpura, el color imperial. El rojo puede significar el fuego divino, la sangre del sacrificio, la caridad… pero en este caso expresa la gracia divina que envuelve a María y la hace partícipe de la gloria de su Hijo.
    Está completa-mente revestida del Amor y de la Santidad del Espíritu. Es la Panaghia “Toda Santa”. En la anunciación, el ángel Gabriel (que está en el vitraux de enfrente), la saludó con su nombre con las solas palabras “llena de gracia”, expresando su identidad, la más profunda.
  • Las estrellas
    El manto está siempre adornado con tres estrellas en la frente y los hombros. Este diseño, tomado del vestido de nupcias de las princesas sirias, significa la virginidad de la Virgen Madre, antes, durante y después del parto. La Virgen, la Santísima Virgen, la Inviolada, se ha dado por entero a Dios: alma, cuerpo y espíritu. Su virginidad es el signo de un corazón absolutamente sin mezcla, de una voluntad amante completamente acorde a la de Dios.

María Reina

  • La Corona dorada
    Está adornada de una rosa, de un lirio y de una margarita según la descripción dada al Padre Lamy.
    María está coronada reina porque es la Madre del Rey, el Cristo. En el Oriente antiguo (Egipto, Asiria, Israel…), la madre del rey, tenía privilegios y honores particulares y gozaba de un dignidad supereminente, por encima de las esposas del rey. Así, vemos a Betsabé postrarse ante el Rey David pero cuando su hijo Salomón llega a ser rey, éste se postra ante ella y la hace sentar a su diestra. El nombre de María significa en arameo la soberana, la Señora, la maestra o princesa. El Reinado de María fue proclamado por Pío XII en 1954.
  • Las pulseras
    Sobre las mangas de azul oscuro, color que expresa el misterio de los seres, resaltan suntuosos pulseras como las joyas de la esposa del Bien Amado en el Cantar de los Cantares.

    María es el lecho nupcial donde se cumplieron las bodas de la humanidad, la máquina donde fue tejida la túnica de la unión, el laboratorio donde se operó la unión del Dios con el hombre.” (San Basilio)

  • Las manos
    Son muy realistas; el pintor las quiso representar arrugadas, contrastan fuertemente con el resto del fresco. El Señor Jesús no evitó que su Madre Inmaculada (preservada de todo pecado) lo que él mismo conoció de la condición humana: el trabajo, la fatiga, la soledad, el sufrimiento, la tentación, la muerte. Es un detalle muy importante: María no escapó a la condición humana. Guárdate de hacer de la madre del Verbo encarnado, un ser que ya no está más de la tierra.
    Dotada por gracia de un privilegio inaudito, caminó sin embargo bajo el régimen de los dones y de las virtudes en la oscuridad luminosa de la fe. Por eso, los Padres dirán que ella concibió a Cristo primero por su fe antes de concebirlo en la carne.
    La Servidora del Señor, la pobre de Yahvé, practicó a la perfección las Bienaventuranzas y por ende la primera de entre ellas: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” (¡Una de las pocas bienaventuranzas cuya promesa está en el presente y no en el futuro!). María está asunta en la gloria porque se abismó en la humildad, como lo canta en su Magníficat.
    Así que más allá del privilegio de la maternidad divina, su realeza le viene por la supereminencia de sus virtudes.
  • El Rosario
    Pero hay otra corona, tan imponente que no podrá escaparte. Esta gran corona de rosas, el rosario que enmarca el fresco (esculpida también ella con rosas, margaritas y lirios por Aymerric Pelée de Saint-Maurice, el mismo escultor que para la corona, el sagrario y el ambón). Es una corona de amor ya que en esta oración litánica, no nos cansamos de repetir las mismas palabras.

    Un día, alguien me dijo, hablando de la sucesión litánica de los “Dios te salve”: el amor no sabe decir sino una sola palabra, y repitiéndola siempre, nunca la repite” (don Bernardo Olivera)

    _ Cuando rezas el rosario, haces caer a María de rodillas. Ruegas a la Madre de Dios que cumpla con su rol de intercesora y que rece por nosotros (no solo para vos sólo, como en el Padre Nuestro) sin determinar más tu pedido, persuadido que pedirá a Dios lo que te es lo más provechoso y acorde a la voluntad de Dios. A la pregunta de la Santísima pidiéndole pedir todo lo que quería, respondió sencillamente el Padre Lamy: “Ruega por mí en la hora de mi muerte”.

La Virgen Orante

La Virgen está representada también bajo los trazos de la Orante, de pie, las manos levantadas en actitud de oración tal como lo vemos pintado en las catacumbas. Como antiguamente Moisés en la montaña rezaba para obtener la victoria de su pueblo y más tarde el Hijo en la cruz, ella guarda los brazos levantados hacia Dios en un gesto de súplica y de intercesión para la Iglesia expuesta a la persecución.
María es el prototipo de la Iglesia orante. María de pie a la cruz, se ha vuelto la Madre de la Fe y de la Esperanza. En el calvario, en las tinieblas del Viernes Santo, los apóstoles huyeron, toda la fe de la Iglesia naciente encontró refugio en su corazón.
La Virgen orante posee dos sentidos: ella ofrece su Hijo a Dios, y da su Hijo a los hombres. Fíjense que la Madre de Dios no mira al Hijo sino que está orientada hacia aquel que entra (a la iglesia), o sea hacia la humanidad. En el momento en el que el Hijo de Dios asumió la naturaleza humana para unirla a su Persona divina, inundó esta naturaleza de una gracia mayor aún que la de la Virgen María: la de ser fuente de todas las gracias.
María no es la fuente de la gracia ya que es la primera agraciada sino la madre del Autor de la gracia. Es en este sentido que hay que entender su mediación. Jesús intercede por nosotros a su Hijo: “la mediación de María tiene un carácter de intercesión” (J. Pablo II). Sus dos manos abiertas están hechas para dar lo que recibe.

  • El cuello fuerte
    La Iglesia se compara a un cuerpo cuya cabeza es Cristo. Un santo del siglo XV, san Bernardino de Siena, compara la Madre de Cristo con el cuello porque: “de la misma manera que las fuerzas vitales se derraman de la cabeza hacia el cuerpo pasando por el cuello, así también las gracias transmitidas al cuerpo místico de la Cabeza que es Cristo por intermedio de la Virgen”.
    La ropa amplia y pesada desde las mangas del Maphorion es como una invitación a ir a refugiarse ahí. Parece extenderse como una barca… la barca de la Iglesia cuyo mástil es Cristo. Es conmovedor observar que en la misma época (alrededor del siglo XII) tanto en Oriente (María lleva un velo en los brazos) como en Occidente (María abre su manto amplio para que uno se pueda refugiar ahí) se desarrolló el tema de la Virgen protectora de los Cristianos y de la Iglesia. María es la Madre de la Iglesia, este título será solemnemente proclamado por Pablo VI al clausurar el Concilio Vaticano II.

La Virgen del Signo

La Virgen presenta su Hijo al mundo. Es la Virgen del Signo del Emmanuel, la profecía más célebre de Isaías: “He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.” (Is. 7, 14)
También es llamada por los griegos: la Hodighitria, la Virgen que muestra la Vía, el Camino, o sea Jesús

  • La mandorla
    Se trata de este halo blanco en forma de almendra que rodea a Cristo. Le está reservado a Él y a Dios y simboliza la irradiación de la Gloria de Dios. Cristo está vestido de blanco porque el blanco es el color que se acerca más a la luz pura. Cristo resucitado o transfigurado será siempre vestido de blanco. Lleva un manto púrpura (del mismo color que las juntas que unen las doce piedras del altar, símbolo de Cristo): rojo que evoca la caridad y la sangre del sacrificio. La estola amarillenta significa su poder sacerdotal.
    Cristo está representado como un adolescente. Es “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación”, lo que confirman las inscripciones griegas siempre pintadas en la aureola crucífera de oro de Cristo: ? ?? (El que es), es el nombre divino y trascendente que Dios reveló a Moisés desde la zarza que ardía sin consumirse (figura de la Encarnación).
    ?? ?? en la mandorla, es el monograma de Jesucristo, el nombre humano de Dios que significa “Dios salva” y “el ungido”.
  • La figura geométrica verde
    Significa la teofanía (revelación divina). En María, el Verbo que era antes el comienzo del mundo se hizo hombre: “el seno de María se ha vuelto más vasto que los cielos” dice la liturgia. Revelación tan inaudita que hizo falta catorce siglos para preparar al Pueblo de Dios a ello. Los pececitos y las anclas son los primeros símbolos de los cristianos, mucho tiempo antes de la cruz, considerada instrumento de suplicio degradante. El pez es un acróstico sobre la palabra griega “?????” (pescado): Jesús, Hijo de Dios, Salvador. El ancla es la cruz con alas (el Espíritu Santo).
  • El color de los rostros
    La tez de los rostros son ocres, color de la arcilla con la que Adán fue modelado en el relato del Génesis. Cristo es el Nuevo Adán venido a remodelar al hombre que el pecado había desfigurado. Así también, María pudo ser llamada la nueva Eva ya que por su Fíat y su obediencia durante la Anunciación, sacó el nudo formado por la obediencia de Eva. Estos colores dicen también la unidad fundamental de todos los hombres, hijos de Dios, y evoca la densidad de la materia: “no adoro la materia sino mi Creador que se hizo materia a causa de mi.” (San Juan Damaceno, en defensa de los íconos) «María es la que ancló a Dios en la tierra y en la humanidad. Hizo de Cristo nuestro hermano». (P. R. Cantalamessa).

María, el Arca de la Alianza

  • El libro Sagrario
    Cristo levanta la mano derecha para bendecir y tiene en su mano el Libro de Vida. Este libro que tiene Cristo también es el sagrario que tiene inscripto en su espesura con letras griegas de oro: “Y el Verbo se hizo carne”.
    María es el primer sagrario de la historia. Ha sido cubierta con la sombra del Altísimo, la nube luminosa en el desierto. El arca de los hebreos de acacia y oro, materias incorruptibles contenía: un vaso de oro con el maná, el cayado de Aarón, el primer sumo sacerdote y las Tablas de la ley. María preservada por su Inmaculada Concepción de la corrupción del pecado es el arca de la Nueva Alianza; contuvo el Pan Vivo bajado del Cielo, el único Sumo Sacerdote y Mediador, la Palabra de Dios. Durante la Visitación, san Lucas, al usar un verbo escaso, hará una alusión transparente: la misma palabra que cuando el rey David bailó ante el Arca. ¡El feto Juan bailó ante el embrión Jesús!
  • La Hostia
    En cada misa, durante la epiclesis (invocación al Espíritu Santo), el Espíritu Santo, ese mismo que cubrió a María con su sombra, es llamado sobre el pan y el vino para que se vuelvan Cuerpo y Sangre de Cristo, luego sobre el pueblo para que se vuelva también su cuerpo.

    El hombre desde siempre busca a Dios en las alturas. No entiende que Dios bajó, derrumbó la pirámide y se unió él mismo a la base para llevarlo todo y llevarnos a todos con él. Dios está presente silenciosamente en el seno de una mujer. En verdad hay que decir : es creíble porque es una locura. El Dios que se hace carne en el seno de una mujer que luego se hace presente en el corazón de la materia del mundo en la eucaristía.” (P. R. Cantalamessa)

Humildad y pobreza del Dios Altísimo que se hizo el Bajísimo. Ahora, sábelo bien, cuando avanzarás hacia el santo altar para comulgar el Cuerpo y la Sangre del Señor: puedes también imitar a la Madre del Señor: Sé atento: hay una analogía profunda entre el Fíat de María en la Anunciación y el Amén que pronuncias al recibir el Cuerpo del Señor. Ahora bien ¿de qué me sirve que Cristo haya nacido en Belén, si no nace también por la fe en tu alma? (Origenes) Puedes concebir y dar a luz a Cristo. El Señor nos dijo cómo: escuchando su palabra y poniéndola en práctica (Lc. 8, 21). Concebirlo por la fe y darle a luz por tus obras.

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